Historia de la mascarada tradicional costarricense

 Antecedentes prehispánicos

La mascarada tradicional costarricense es una expresión de arte que forma parte importante de nuestra cultura, es una de las tradiciones más antiguas e importantes de nuestro país.

Se dice que las mascaradas costarricenses se originaron en la provincia de Cartago, sin embargo, hablar de las mascaradas es hablar de un elemento ancestral que se remota al tiempo de la colonia.

Las primeras mascaradas fueron traídas desde España, ahí se les llama “Gigantes y cabezudos”, tienen su origen en la vida popular de la Europa medieval, nos remite también a las luchas de moros y cristianos, representada en una actividad tradicional traída por los españoles y simbolizada en actos públicos desde la Colonia.

Con la llegada de los conquistadores españoles a América (Siglo XVII), la tradición fue “mutando” poco a poco gracias al sincretismo o mestizaje cultural, ya que el uso de máscaras en festejos y rituales también fue un rasgo propio de muchas culturas prehispánicas.

Las mascaradas y los aborígenes

En nuestro país desde tiempos prehispánicos las mascaradas fueron utilizada por nuestros aborígenes en sus rituales, hablando específicamente de nuestros ancestros aborígenes ellos confeccionaban las máscaras con materiales como arcilla, madera, ramas y hojas, piedras volcánicas, barro, oro, plata, cerámica y jadeíta. Una vez que las tenía listas las pintaban y decoraban con tintes naturales.

La mayoría de estas mascaras eran realizadas con rasgos semejantes a animales y algunas un poco grotescas, por ejemplo: le hacían deformaciones, le ponían cuernos y grandes colmillos, entre los animales más comunes en los que se inspiraban para realizar las mascaras estaban felinos, venados, serpientes, ranas, monos y otros propios de la riqueza natural que les rodeaba, que como es ampliamente conocido, los indígenas eran muy respetuoso de la naturaleza y algunos de los animales eran vistos incluso como dioses, por ello se veían especialmente atraídos por elementos relevantes de su cultura o “religión” para realizar sus mascaras.

Los indígenas les dieron varios usos a las máscaras, en principio fueron utilizadas durante los ritos fúnebres, en los cuales se empleaba de dos formas; la primera era cuando el encargado de dirigir el culto mortuorio la usaba para adoptar un roll de relevancia, para adquirir un poder superior y guiar al fallecido hacia “el otro mundo”. El segundo uso era para otorgársela al fallecido, la máscara era amarrada a su rostro con el fin de identificar su lugar o papel dentro de la tribu y como culto hacia algún dios. Los chamanes y caciques hacían uso especial de las máscaras como parte de sus ritos, éstas les otorgaban la fuerza generadora de la naturaleza ya que quien la portara se consideraba transformado en el personaje que encarnaba.

Las máscaras además de lo mencionado anteriormente tenían otro uso en las festividades, en ellas se realizaban cantos y danzas. Los portadores de las máscaras adquirían un carácter sagrado, poderoso, por lo que el resto de asistentes a la ceremonia debían tratar con respeto a estas personas. La más famosa festividad que se ha logrado preservar hasta la fecha, con algunos cambios, es el Juego de los Diablitos, de la comunidad Boruca.

Esta actividad se lleva a cabo entre el 31 de diciembre y el 2 de enero de cada año, en esta celebración los participantes se disfrazan para la celebración e interpretan cantos, danzas y teatros haciendo “burla” a los que consideraban fuertes pero torpes; a los españoles (a los que representan con la figura del toro) contra los habilidosos, agiles y astutos aborígenes.

Según cuenta la antropóloga Giselle Chang (2007), “La fiesta transcurre durante tres días. En un principio, el toro lleva la ventaja sobre los Diablitos, pero al final, la victoria es de estos, quienes sacrifican al invasor y distribuyen sus partes (originalmente se refería a las fálicas, pero en los últimos años, esto se disimula), lo que se podría vincular e interpretar con antiguos ritos a la fecundidad, al proveerse de alimento para continuar la procreación, en un mundo mestizo. Los indígenas la llaman “fiesta” o “juego” y de hecho en ella se reúnen diversos elementos festivos: teatro, danza, juego, artesanía, comida y bebida, relato, canto e instrumentos musicales, máscara y disfraz.”




Las mascaradas aborígenes sembraron las bases de las mascaradas actuales, después de la conquista española, empezó a cambiar y mezclarse las culturas, los materiales, las técnicas y los personajes hasta llegar a ser como las conocemos hoy en día.

Resurgimiento de las mascaradas en Costa Rica

La mascarada tuvo un resurgimiento en nuestro país, este resurgimiento se dio en La Puebla de los Pardos de Cartago, la cual era en ese entonces la capital de Costa Rica, la primera mascarada nació durante las “fiestas agostinas” en honor a la Patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles, el 2 de agosto de 1824.

Basado en unas cabezas de máscaras españolas, que según cuenta la leyenda, fueron encontradas en la Basílica de los Ángeles de Cartago, es que el artesano Rafael “Lito” Valerin elaboró las primeras mascaradas costarricenses. Lito confeccionó la primera “Giganta”: máscara sobre un armazón de madera para darle la sensación de gran tamaño. Después de esto surgen personales que hoy día son infaltables en una mascarada costarricense, por ejemplo: la calavera, el diablo y la muerte. En ese entonces también se veían algunos personajes como los ya desaparecidos “macho ratón” y “el viejo de la vejiga”.

Jesús Valerín hijo de “Lito” heredó tradición y dedicó parte de su vida a la confección profesional de mascaradas, las hacía en arcilla, papel, yeso y alambre.

En 1910, después del terremoto de Cartago las mascaradas desaparecieron y en 1912 para animarse después del terremoto Jesús organizó el primer carnaval en Cartago donde juntó todas las mascaradas que tenía y posteriormente celebraron las fiestas agostinas en la Basílica.

A inicios del siglo XX Valerín en su vejez y con el fin de preservar la tradición vendió sus moldes a Pedro Freer y la Compañía de los hermanos Freer, quienes brindaban un espectáculo que incorporaba títeres, carruseles y diferentes opciones de entretenimiento, dentro de ellos la mascarada que muy rápido se volvió una de las actividades más esperadas. Sus máscaras sirvieron para influenciar a los dos mascareros que actualmente han definido las “escuelas” o estilos de mascaradas en el Valle Central, ellos son Pedro Arias de Escazú y Carlos Salas de Barva.

Las mascaradas rápidamente se extendieron por muchos cantones del Valle Central entre los que destacan Escazú, Aserrí, Barba, San Antonio de Desamparados, Alajuelita, San Rafael, Santo Domingo.

En 1996, con el fin de contrarrestar las festividades ajenas a las tradiciones culturales costarricenses, se aprobó la celebración del día nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense. Iniciativa que nació por parte del Comité Cultural Aserrí quien organizó un pasacalle de mascaradas tradicionales por las calles principales de Aserrí. Es así como se declara el 31 de octubre, el día nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense.




Publicado por: 

Francinie Oses Cascante



Para más información puede visitar los siguientes enlaces:

Sistema de información cultural de Costa Rica

Presidencia de Costa Rica

La Nación


Comentarios

Entradas populares